viernes, 4 de febrero de 2011

Los Riscos Bayos

Rumbo a Caviahue, Neuquén, por la ruta 26. Una carretera atractiva, que penetra en la tierra de los pehuenes, salpicada de blancos piños inquietos. A partir de determinado punto, atraviesa los Riscos Bayos.

Parecen dientes de piedra que en otra época brotaron para hincarse en las nubes. Su origen es volcánico y solo se conocen otras dos formaciones similares en el mundo: una en México y otra en Turquía.

El color de los riscos es arcilloso-amarillo, tal como su calificativo de bayo bien indica. Algunos riscos mayores recuerdan fortalezas encaramadas en lo agreste. Fabulosas murallas inexpugnables, de almenas cinceladas en la roca dura con el martillo y la paciencia de los siglos. Otros conservan —pese al viento, pese a las lluvias— un tallado natural vagamente zoomórfico, como el risco que se conoce como la “Cabeza del León”.

Los Riscos Bayos se extienden en la lejanía y más allá de su zona propiamente dicha todavía se ven estribaciones menores. En el Salto del Agrio (Trolope) rodean la cascada unos riscos pequeños, castillos en miniatura que afloran del suelo. Aquí, los riscos más grandes juegan a repetir con tosquedad las Torres de Babel pintadas por Brueghel, mientras que los más chicos son menhires altos como una persona.

Entre los Riscos Bayos y el Hualcupén, y desde allí hasta Caviahue, el camino se vuelve sinuoso y florido. Paciendo en la hierba comienzan a distinguirse los piños, los caballos y las vacas. Se cruzan muchos arroyuelos intermitentes que muestran sus lechos de piedra; vierten sus aguas en el Hualcupén.


© 2011, Héctor Ángel Benedetti

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