viernes, 18 de noviembre de 2011

Una forma del olvido

Es inesperado, y sin embargo no deja de ser agradable, el hecho de encontrar algo guardado entre las páginas de un libro antiguo que se compró de segunda mano. Una carta ya amarillenta, prolijamente plegada, resulta un hallazgo interesante; lo es también la flor disecada, o el viejo billete de banco fuera de circulación. A veces hay una servilleta de papel: en su momento sirvió para señalar, y hoy atestigua el café donde se leyó el libro. Una mariposa, que descubrí preservada en una biografía de Miguel Ángel, luego de muchos años dejó su silueta anaranjada estampada en un par de hojas. Y entre las cosas más insólitas que me han tocado, puedo citar el programa del estreno en la Argentina (1939) de Alexander Nevsky; vino en el interior de Cuatro años en las Orcadas del Sur, de Moneta, casa Peuser. También recuerdo una postal de la isla de Malta, que coherentemente llegó con un poemario de Dun Karm, y el retrato de una mujer desconocida dentro de un ejemplar de la Primavera Olímpica de Spitteler, adquirido en la Avenida de Mayo; yo la llamo “La Señorita del Monóculo”.

¿Usted sería tan amable de decirnos si alguna vez halló algo dentro de un libro usado?

© 2011, Héctor Ángel Benedetti

2 comentarios:

BiBliOpEquE dijo...

Hola Héctor, no sé si te sirve como dato una porción de mi historia, pero no he podido resistir a tu pregunta.
Cuando creí que ya era grande, a los 20, me fui a conquistar el mundo. Años después, de regreso en casa, recuperándome de una gran depresión, me llegó la mudanza desde Tierra del Fuego (vivo en un pueblito del sudeste de la pcia. de BsAs) me había olvidado de mis cosas y mis amigos me las enviaron. Llegaron muchísimas cajas con libros y en todos, te lo juro que en todos, perdidos entre sus páginas, había un papel escrito, un dibujo, alguna hoja seca, gotas verdes de algún mate amargo, o grises de lagrimas que no recuerdo… tanto había en ellos, que pude reconstruir gran parte de mi historia por los fríos suelos del sur argentino. Lugar tan inhóspito que no todos le sobreviven.

Gracias por este recuerdo de un hábito que me acompañó casi toda mi vida…

Héctor Ángel Benedetti dijo...

Ha sido un hermoso comentario; muchas gracias...!