viernes, 26 de noviembre de 2010

Sueños transcriptos (anteriores a 1990)

1 - Camino por una larga carretera, en medio de un vasta llanura de pasto seco. Nadie me acompaña. Hay unos árboles desperdigados aquí y allá. Anochece casi de golpe. Uno de los árboles, un plátano, tiene fuego en la copa. La distancia entre un árbol y otro es la suficiente como para que no se contagien el fuego, pero igualmente poco a poco van encendiéndose todos. Solo se queman sus copas. Estoy fuera de peligro, porque todo esto pasa lejos de la carretera; de todos modos siento miedo. Aparece gente, que corre hacia los árboles de fuego. El cielo se ha puesto rojo obscuro y la luna llena contrasta notoriamente. Nunca la vi tan grande y luminosa.


2 - Deambulo sin rumbo fijo por la calle donde transcurrió mi infancia. Es en una noche de verano, muy tarde; no hay ni una persona. Tampoco perros o automóviles. Hay una soledad absoluta. Las luces de mercurio arrojan sobre el empedrado de la calle una luz fantasmagórica. Calma, quietud general. Una de las viviendas tiene la puerta abierta. Observo desde la vereda: hay un extenso pasillo que se pierde entre sombras. Entro a curiosear, aprovechando la soledad total. Camino unos treinta metros y desemboco en un patio interior de baldosas coloradas, con algunas plantas y una vieja pileta de lavar ropa. El grifo está abierto, dejando correr gran cantidad de agua. Del pasillo se adivinan los patios de varias casas, y no resisto la tentación de contemplar aunque sea uno. Me apoyo no sé muy bien en qué (tal vez una maceta) y espío por encima de la tapia. Se ve la parte trasera de un departamento: un patio de baldosas en damero blanco y negro, con un motor bombeador de agua, una jaula vacía, una casilla para perro también solitaria, un banco de piedra y varios tiestos con cactus.


3 - Estoy en el claro de un bosque de cipreses. No entiendo muy bien qué es lo que hago allí; hay gente y parece ser la celebración de algo. Miro al cielo y veo, semicubierto por las puntas de los árboles, un enorme dirigible gris. Me asusta el tamaño descomunal del mismo, mucho mayor que los comunes. Realmente me aterra. Trato de no mirarlo, pero la tentación puede más y al echar otro vistazo compruebo que hay dos aparatos más en el cielo: un globo y otro aeróstato, algo menores, pero también gigantescos. El dirigible está casi de frente; a su izquierda está el globo; debajo está el otro aeróstato. El globo tiene franjas verticales de varios colores; el otro aparato es marrón. No se desplazan: están fijos en el cielo.


4 - Veo una lámina grabada en un enorme y antiguo libro. En ella hay un dibujo enigmático. Se ven dos carátulas teatrales sobre pequeños pedestales de mármol blanco. Pero ambas representan la tragedia; la comedia no está. Entre carátula y carátula hay una cebolla, con su largo tallo caído y amarillento, como cuando está a punto de ser cosechada. Debajo de cada máscara hay otras más chicas, también trágicas. El piso sobre el que está todo apoyado es pedregoso. Como epígrafe, al pie de la lámina está escrita la frase “Triunfo de la tragedia sobre la comedia”.


5 - Camino sobre un interminable puente, acompañado por personas que no conozco. Es una especie de procesión, o de huida. Flanquean al puente edificios de arquitectura gótica: torres, palacios y catedrales, con sus ventanas ojivales y sus grandes alturas. Hay un cierto aire fantasmal en todo ese paisaje extraño. Algunas casas son rarísimas: por ejemplo, una tiene una gran terraza plana cuadrangular, y sobre la terraza una torre desproporcionadamente alta y delgada; también veo una catedral muy grande que tiene delante una réplica algo más pequeña. Es mi deseo quedarme a ver la arquitectura que nos rodea, pero todos insisten en que continuemos adelante. Los árboles son oscuros cipreses. Está anocheciendo. Nos cruzamos con un muchacho que va en bicicleta. Llegamos pronto al final del puente, donde ya no hay camino; solo se abre ante nosotros una pradera interminable. Miro atrás: sobre el puente, el ciclista ha caído muerto.


© 2010, Héctor Ángel Benedetti

4 comentarios:

Marcelo O. Martínez dijo...

¡Buenísimos!
Mejor que no los agarre un psicoanalísta jungeliano, jejeje.
Asombra el tremendo realismo de estos relatos oníricos; son vivenciales, como si al leerlos despertaran imágenes o recuerdos que todos llevamos almacenados en algún lugar de nuestra memoria colectiva.

¡Quiero más!

Pedro dijo...

Lindos.
El último es todo un cuento.
El de las carátulas es terriblemente intelectual. ¿Cómo se hace para soñar algo tan definido y tan referido a la literatura??
Contar sueños debe ser un de las mejores cosas para lo que sirve un blog.
Hay que ser valiente para hacerlo. Digo porque nunca se sabe qué es lo que se habrá querido decir con el sueño. Entonces uno queda particularmente expuesto.
Si son anteriores a 1990, usted era un niñito.
Sueño mucho con calles de noche, también con interiores de casas, nunca con campos o bosques.

Héctor dijo...

Pedro, en realidad en mis sueños tengo como constante las mismas cosas que vos describís; digamos que estos cinco que puse en el blog son más bien excepcionales.

Pedro dijo...

Particularmente sueño con casas que continúan.
Me explico.
Una casa tiene su comedor, baño, etc, etc, todo normal. Pero en algún lugar hay una puerta que da a una gran sala sala con sillones, otros baños, etc, etc. O bien a un patio que desemboca en otra habitación, escaleras, terraza. O un desnivel, o una fábrica, o un mercado...
No se trata de una casa grande ni de una casa que da a otra casa sino de aperturas inesperadas de espacios.
En este punto, paro, porque dirás que por qué no abro mi propio blog de sueños en vez de invadir blogs ajenos.
Puede ser, puede ser...
Saludos,