Los años de preparación .- Es probable que todo aquel que viera actuar alguna vez a Maria Melato nunca más pudiese olvidarla.
Quien habría de convertirse en una de las más importantes actrices italianas de todos los tiempos nació en Reggio Emilia el 16 de octubre de 1885. No sufrió alguna de esas oposiciones familiares que tanto gustan en registrar las biografías de los artistas; su vocación se desarrolló temprano y fue estimulada: era maravilloso oír a la niña recitando las trágicas creaciones decimonónicas, con las que conmovía no por su precocidad, sino por su legítimo talento. Los primeros trabajos profesionales los hizo en el grupo de Teresa Mariani y Vittorio Zampieri, como actriz especializada en roles de amorosa; de ahí pasó a ser la prima attrice giovane de la compañía de Irma Gramatica y Flavio Andò.
Entre 1909 y 1921 se perfeccionó bajo las órdenes (“severas y apasionadas”, acota un cronista) de Virgilio Talli, una de las figuras más importantes de la escena italiana de entonces, que luego de agotar el repertorio clásico le hizo conocer el lenguaje y los motivos de los autores contemporáneos: Luigi Pirandello, Gabriele D’Annunzio, Rosso di San Secondo, Massimo Bontempelli.
Talli la asesoró también en sus incursiones cinematográficas: Il ritorno (1914), Anna Karenine (1917), Le due Marie (1918), Il volo degli aironi (1920), Il trittico dell’amore (1920), Le due esistenze (1920).
La década de su esplendor .- Doce años siguiendo la disciplina de Talli fueron preparándola para el lanzamiento de su compañía propia. Ya se había ganado el derecho a ser conocida como “La” Melato, distinción solo reservada a las grandes divas.
Su concepto de lo que debía ser una verdadera capocomica no era solo el pulimento preciso de cada gesto o diálogo suyo: ella estaba al frente de una gran empresa y debía controlar absolutamente todo. Para sus montajes, hasta los actores con mínima incidencia en el libreto y aún aquellos que estaban por pura decoración debían cumplir con ensayos extenuantes; cada juego de luces, cada escenografía, cada elemento en escena —incluyendo un teléfono trivial o un jarrón que apenas se veía— pasaban antes por su rigurosa aprobación. Ni hablar de la música o del vestuario: jamás delegaba una decisión al respecto. Y noche tras noche el aplauso del público confirmaba lo acertado de sus enérgicas resoluciones.
Dejó de hacer películas porque entendió que había muchas cosas en este medio que le serían imposibles de vigilar.
Una gloria del pasado .- Pasó con enorme éxito por Buenos Aires en 1923 y en 1925, y volvió en 1929 tras el suceso sin precedentes que había logrado en el Vittoriale haciendo La figlia di Jorio, de D’Annunzio.
Pero en la década del '30, después de sus giras latinoamericanas, regresó a los clásicos. Era el tipo de arte que promovía el Duce, mejor dispuesto para la vida de Escipión que para las problemáticas del momento. Melato seguía siendo una gran estrella, pero su entorno ya no era el mismo. En los '40 empezó a resignar su obsesivo afán de control; disolvió su compañía y después de veintidós años sin pisar un set no tuvo más remedio que volver a hacer cine, ahora bajo la censura fascista (La principessa del sogno en 1942, Redenzione en 1943).
El estilo de Melato era considerado “antiguo” aún antes de la caída de Mussolini, y en la Italia liberada sus actuaciones fueron espaciándose. Dos películas más (Quartieri alti en 1945 e Il fabbro dil convento en 1947) poco le aportaron. En el teatro, que era su terreno natural, obtuvo otro triunfo en 1947 con La voix humaine, un monólogo de Cocteau: de nuevo a los modernos, pero con un libreto que ya tenía diecisiete años y que todo el mundo recordaba interpretado por Berthe Bovy. Aunque alcanzó a rearmar su compañía, sus últimas apariciones memorables las hizo sola, recitando, con acompañamiento de piano.
El 24 de agosto de 1950, en Forti dei Marmi, Melato falleció tras caerse del tren que tenía que llevarla a Turín, donde debía intervenir en un radioteatro basado en textos de Somerset Maugham.
Hay un busto en memoria suya en el Parco del Popolo.
© 2010, Héctor Ángel Benedetti
2 comentarios:
Ahora entiendo esa estrofa con que comienza el tango que Gardel canta tan bien: "Cotorro al gris... una escena a lo Melato"...
Claro, Melato era una marca registrada. Siempre asociada a la tristeza femenina, o a la tragedia. Y murió triste y trágicamente: cayéndose de un tren cuando iba al trabajo. ¡Muy buena tu reseña, Héctor!
Marcelo Martínez
gracias, seas quien seas, acabo de enterarme porque me pusieron como fecha de nacimiento 16 de octubre, sabia que algun significado tenía pero nunca lo había encontrado. Años despues de haber nacido me anotaron pero no tenian idea de la fecha, no se acordaron. Ahora bien,porque 16 de octubre??? cuando era chica jamás mi mamá me llamó por mi nombre, siempre me llamó MARIA MELATO y no se porque se me ocurrió hoy buscar en internet para ver si existia alguien con ese nombre. Bueno, gracias, al menos es algo, lamentablemente mi estimada familia me arruinó la posibilidad de horóscopos, cartas astrales y todas esas cosas vitales, el resto no fue tan malo. Saludos Irene
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