jueves, 21 de julio de 2011

Corrección de un paisaje

La señorita Mora, casi invisible en la Capital, destacaba un poco más en San Andrés de Giles. Había viajado solo para tener un fin de semana diferente; eligió el destino tras leer algo en el diario y luego le buscó justificación: ella misma terminó creyendo que deseaba conocer la Cruz del Obispo Escalada y un busto de Mitre que, según pudo enterarse, fue el primero que hubo en el país. Llegó al pueblo el viernes por la noche y se alojó en un hotel improvisado en la parte trasera de una imprenta.

Las pocas y deprimentes habitaciones rodeaban un patio; al asomarse con las primeras luces del sábado, Mora comprobó que este patio era como el de una casa cualquiera. El cuarto de enfrente tenía su puerta abierta: no era otro dormitorio, sino un desván. Mora decidió inspeccionarlo. Desde afuera no se veía nada interesante (un colchón arrollado, una jaula herrumbrada, latas de pintura y pinceles secos e irrecuperables, el cuadro que alguna vez se compró en una mueblería, etcétera); pero un atado de revistas amarillentas atrajo un poco más su curiosidad y entró. Eran viejos ejemplares de Leoplán. ¿Y si se los pidiera al hotelero? Seguramente habría de regalárselos, aunque debía ser cauta y disimular que anduvo metiendo las narices donde no le correspondía.

Mora se dio vuelta y salió del cuarto de los cachivaches. Pero al segundo paso cayó en la cuenta de que no estaba otra vez en el patio del hotel de la imprenta. Frente suyo tenía las rocas y la gris arena de una costa escarpada; más allá de la costa estaba el mar.


© 2011, Héctor Ángel Benedetti

jueves, 7 de julio de 2011

Pequeña antología de frases de oráculos caldeos (siglo II)

- Es ley indisoluble de parte de los bienaventurados que [el alma] atraviese de nuevo una vida entre los hombres y no en los animales.

- Cuando veas el fuego sacratísimo brillar sin forma, a saltos, en los abismos de todo el mundo, escucha la voz del fuego.

- Hombre, ¡eres un artificio de naturaleza audaz!

- No aumentes el destino.

- El Padre de los dioses y de los hombres ha colocado el intelecto en el alma, pero a nosotros en un cuerpo perezoso.

- El Padre no inspira temor, sino que infunde persuasión.

- A algunos ha concedido comprender, por el estudio, el símbolo de la luz; a otros, incluso mientras duermen, los ha hecho fructificar con su poder.

- Nunca cambies los nombres extranjeros.

- Los bienaventurados están prestos [para atender] al mortal que se demora.

- Las cosas divinas no son accesibles a los mortales que piensan según el cuerpo, sino a cuantos desnudos se apresuran hacia las alturas.

- Las fieras terrestres fijarán morada en tu vaso.

- No pongas en tu mente las inmensas medidas de la tierra, porque no [existe] planta verdadera en la tierra. Tampoco midas la dimensión del sol juntando reglas: él se mueve por voluntad eterna, no por tu causa. Desatiende el silbido de la luna: ella corre siempre por obra de necesidad. La procesión astral no ha sido engendrada en tu favor.

- Para quien comprende es alimento lo inteligible.

- No evoques la imagen directamente visible de la naturaleza.

- Del seno de la tierra se lanzan perros terrestres que jamás muestran un signo verdadero a un mortal.

- La naturaleza invita a creer que los demonios son puros, y que los vástagos de la materia mala son útiles y nobles.

- Que te alimente una esperanza cargada de fuego.




© 2011, Héctor Ángel Benedetti