sábado, 5 de enero de 2013

Literarias recientes, I


En un lugar de Buenos Aires, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo di con un conferenciante muy preocupado por lograr la máxima simplificación clasificatoria para las letras argentinas. No quiero acordarme del lugar, escribí; y sin embargo no puedo quitar de mi cabeza su domicilio: el de una tradicional librería de la avenida Corrientes. La afirmación de aquella tarde era que todo propendía a dividirse en Florida y Boedo.

No solo la literatura contemporánea de ambos grupos: también podríamos hacerlo, dijo nuestro archivador, con la literatura que vino luego (tarea fácil, ya que contamos con buenos parámetros de medición) e incluso con la anterior (mucho más difícil, porque debemos implicar escritores de una época en que aún no estaban los grupos, ni sus mentores, ni las calles epónimas, ni se había librado la batalla de la Florida, ni había nacido el abogado Mariano Joaquín Boedo). La etiqueta nos obligaba a escuchar estoicamente aún después de enterarnos que este ejercicio, cuya falacia es la misma del macartismo obsesionado por encontrar comunistas entre los filósofos del siglo de Pericles, además de haber sido propuesto ya estaba resuelto. La consecuencia era tan demencial como para asegurar que Esteban Echeverría “bien podría representar al Florida”, mientras que el pretérito Bartolomé Hidalgo “sin duda se identificaría con Boedo”.

Omitía este buen hombre que en su tiempo ni siquiera los genuinos delegados de Florida y Boedo tomaron escrupulosamente la organización. “Florida representaba el centro y Boedo el proletariado”, contó Borges; “yo hubiera preferido pertenecer al grupo de Boedo, considerando que escribía sobre el viejo Barrio Norte y los conventillos, sobre la tristeza y los ocasos. Pero uno de los dos conjurados (eran Ernesto Palacio por Florida y Roberto Mariani por Boedo) me informó que yo era un guerrero de Florida y ya no quedaba tiempo para cambiar de bando. Todo aquello estuvo amañado. Algunos escritores —por ejemplo Roberto Arlt y Nicolás Olivari— pertenecían a los dos grupos. Actualmente algunas universidades crédulas toman en serio esa farsa. Pero en parte fue un truco publicitario y en parte una broma juvenil” (Autobiographical Essay, The New Yorker, 1970).

© 2013, Héctor Ángel Benedetti

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