Hubo dos “Pacho” en la historia del tango. Uno fue el bandoneonista Juan Maglio; cimentador de la orquesta típica y clásico referente de la Guardia Vieja. El otro, que triunfara en el mismo género treinta años después, cuando aquel estilo de Maglio ya estaba definitivamente extinguido, fue el cantor Enrique Carbel.
Nació en Chamical, provincia de La Rioja, el 3 de diciembre de 1917. Se lo bautizó como Efraín Enrique Ramón Francisco Pedro Javier Barbell. Algunas fuentes lo dieron como nacido en 1918 —fecha inexacta— en Gobernador Gordillo; lo real es que decir uno u otro topónimo era referirse a un mismo sitio, pues Gobernador Gordillo era el nombre que tenía la estación del ramal de Ferrocarriles del Estado que pasaba por Chamical.
Al cumplir once años, y recién terminada la escuela primaria, Enrique fue enviado por su padre, don Sabas Barbell, a Buenos Aires; no existía entonces en Chamical un establecimiento de enseñanza secundaria, y la idea era que el pequeño continuase sus estudios en la capital. Fue a vivir con su abuela Mariana. Hacia esta época Enrique ya poseía interesantes condiciones como cantante, pero su auditorio no pasaba de un grupo de amigos de su misma edad. Por mero azar sería descubierto para dar comienzo a su carrera.
En efecto, se encontraba con unos compañeros en Plaza Italia, cantando “para ellos” y quizá como parte de una simple demostración de adolescente, cuando pasó casualmente por allí el actor Silvio Spaventa, quien formaba una exitosa pareja radiofónica con su esposa Susy Kent. Spaventa conducía por LS3 Radio Mayo una audición llamada Papel Picado, dedicada enteramente a los niños; al escuchar cantar a Enrique, le pidió que se presentase urgentemente en los estudios para una eventual incorporación al elenco. Y así fue.
Para 1936 ya estaba frente a los micrófonos de LS8 Radio Stentor como cantor de tangos aunque, como se verá más adelante, era lo suficientemente dúctil como para que en su repertorio conviviera la música ciudadana con canciones criollas y boleros.
En 1937, cuando aún no tenía veinte años, obtuvo por gestiones de Pablo Osvaldo Valle un pase a la atractiva LR1 Radio El Mundo; esa especie de Meca, junto a LR3 Radio Belgrano, para cualquier artista popular. Se quedaría en esta emisora hasta fines de 1944. En este proceso su nombre real se había reducido y vuelto más eufónico, cambiándose por un más “artístico” Enrique Carbel. No era demasiado frecuente que lo identificaran como “Pacho”, el apodo familiar; más común fue que lo llamasen “El Jilguero de los Llanos”.
Compartiendo escenarios con figuras como Hugo del Carril, Agustín Irusta, María de la Fuente, Oscar Alemán, Oscar Ugarte, Ciriaco Ortiz y el dúo cómico Paquito Busto & Encarnación Fernández, visitó importantes ciudades del país (Mendoza, Rosario, Mar del Plata…) en “embajadas artísticas” organizadas por la misma emisora. El 29 de octubre de 1937 llegó a grabar un estribillo con la orquesta de Juan D’Arienzo: el tango Paciencia, de D’Arienzo y Gorrindo (disco Victor 38.305), que poco después se convertiría en un gran éxito en la versión de Agustín Magaldi.
Como cantor solista Carbel dejó cuatro canciones, de las que se publicaron únicamente dos y las restantes aún permanecen inéditas, siendo probable que se hayan perdido definitivamente tras alguna “limpieza” de archivo. Las editadas fueron Charlemos, de Rubistein (matriz 39.856), y En un beso, la vida, de Di Sarli y Marcó (matriz 39.857), que aparecieron en el disco Victor 39.270. Se grabaron el 21 de abril de 1941. Si bien no figuró detallado en la etiqueta, el acompañamiento en ambos temas estuvo a cargo de un conjunto dirigido por Horacio Salgán.
En este mismo año intervino en la película Fronteras de la ley (dir.: Isidoro Navarro) junto a Juan Sarcione, María de la Fuente, Enrique García Satur, Enrique Zingoni, Rosita Crosa y Víctor Eiras. Trataba la historia de un delincuente apodado “Cabeza Rota”, siendo clarísima la alusión al famoso gangster “Mate Cosido” de la vida real, cuyas andanzas todavía estaban frescas. Carbel protagonizó a uno de los integrantes de la banda, a la vez que cantor. El film se estrenó en la sala Melody el 4 de abril, con aplausos más bien aislados. “De escasas pretensiones y realización primitiva”, llegaría a decir la crítica del Heraldo del Cinematografista.
El 3 de noviembre de 1943 grabó nuevamente para Victor otros dos tangos, que como quedó aclarado nunca se habrían de publicar: Pobre Fan Fan (matriz 77.345) y A bailar (matriz 77.346). Es de lamentar esta pérdida, que impide hoy apreciar la evolución del cantor y también veda la posibilidad de conocer su versión solista del notable tango A bailar, de Federico y Expósito.
Entre las canciones que tuvo en su repertorio se recuerdan Cuando lloran los zorzales, la zamba Mama vieja y el bolero Perfidia (“Mujer, si puedes tú con Dios hablar…”), que según algunos memoriosos lo hacía a la perfección.
Incursionó como compositor (era muy buen guitarrista) dejando algunos títulos no muy difundidos y que merecerían una revisión: Solo una vez (letra del poeta Ricardo Olcese), Linda correntina (con Juan Sarcione), Mujer, Noviecita (ambos sobre versos de Víctor Álvarez) y la canción Perdona, mujer, dedicada a quien fuera su esposa: Rosa Glinsky, de nacionalidad checoeslovaca. Entre otras obras suyas (Alicia, No hay nada que hacerle, Risa cruel, etcétera) destacó el vals A mi Rioja, con letra de Víctor Álvarez, que comenzaba diciendo:
“Lejanas visiones de cielos azules
que altivas montañas pretenden tocar,
nostálgicos cantos que envueltos en tules
de viejos recuerdos hoy vuelvo a escuchar…”
Era la añoranza permanente por su provincia natal; y es fama que en la cima de su popularidad solía regresar periódicamente a La Rioja para hacer recitales a beneficio. Gracias a uno de ellos, organizado por el P. Bernardino Gómez con la colaboración de Ángel V. Carrizo, pudo fundarse la Banda Infantil de San Francisco. Como recordó en una crónica el periodista Ricardo R. Quiroga, “…la gente presente en la sala deliraba, premiando con el aplauso sincero e insistente cada ofrenda del artista, que fueron en total dieciséis piezas que Carbel cantó sin micrófono por su capacidad pulmonar y el volumen y caudal amplio de su voz.”
“Lejanas visiones de cielos azules
que altivas montañas pretenden tocar,
nostálgicos cantos que envueltos en tules
de viejos recuerdos hoy vuelvo a escuchar…”
Era la añoranza permanente por su provincia natal; y es fama que en la cima de su popularidad solía regresar periódicamente a La Rioja para hacer recitales a beneficio. Gracias a uno de ellos, organizado por el P. Bernardino Gómez con la colaboración de Ángel V. Carrizo, pudo fundarse la Banda Infantil de San Francisco. Como recordó en una crónica el periodista Ricardo R. Quiroga, “…la gente presente en la sala deliraba, premiando con el aplauso sincero e insistente cada ofrenda del artista, que fueron en total dieciséis piezas que Carbel cantó sin micrófono por su capacidad pulmonar y el volumen y caudal amplio de su voz.”
Podía decirse que la carrera del muchacho estaba en su punto máximo, y a pesar de no ser requerido con frecuencia por las empresas grabadoras, su pronta consagración le auguraba una interesante sucesión de triunfos. Pero afectado por una repentina y fulminante dolencia, debió ser internado en el Hospital Militar de Buenos Aires, falleciendo allí el 29 de noviembre de 1945. Faltaba menos de una semana para que cumpliera veintiocho años.
Enrique Carbel, “El Jilguero de los Llanos”, se eternizó así, para siempre joven, como un artista de vida breve e intensa.
© 2006, Héctor Ángel Benedetti.