Un caserío minúsculo sobre los campos que fueron de María Unzué de Alvear. Varias viviendas, una escuela (la nº 25), unos tinglados, molinos de viento, la polícroma estación de chapa y madera, y las calles polvorientas, arboladas y vacías en la tarde del sábado; nada diferente de otros pueblos de la región, pero La Beba de todas formas da su bienvenida al viajero, quiza algo ostentosamente, con un gran cartel de letras de cemento. Un kilómetro antes lo precede, con mayor humildad, el cartelito blanco de Vialidad Nacional.
Casas antiguas y otras no tanto suelen resguardarse tras los arbustos; en ocasiones desde una esquina apenas se ve un techo rojo y un difuso manchón amarillo -que son las paredes- tras un seto alto y espeso.
Saliendo de La Beba en dirección a La Trinidad se cruza el Manantial de las Piedras, afluente del río de Rojas, por un viejo puente caminero.
Pasa un vehículo dejando tras de sí una nube terrosa.
© 2010, Héctor Ángel Benedetti
1 comentario:
Casi pude ver. Me dejó intrigado el ostentoso cartel de cemento. Y el motivo del nombre: La Beba.
Publicar un comentario